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Me refiero a él, al que ustedes han conocido en
Zapallar, Papudo, Los Vilos y Pichidangui, en Quintero, Concón, Viña del
Mar, San Antonio, Cartagena, PichiIemu, Constitución, Penco
y San Vicente, en Peñaflor, San Bernardo, Linderos, Limache, Salto,
Calera y San Felipe, en Panimávida, Cauquenes, Jahuel, Catillo,
Apoquindo y Chillán, en fin, en todas partes donde hubo una colonia
veraniega, donde se bailó, representó, amó, encendieron fuegos
artificiales, enviáronse listas a los diarios y abriéronse bazares de
caridad.
El fundador de la familia del Rio, en
Chile, fué don Manuel del Rio y Bigurí, natural del Bilbao, que vino de
España en 1590 y se radicó en Penco.
-¡Riá,
riaaá, Poderosa; riaá, riaá, niña de mis ojos; riaá, riaaá, prenda mía!
-grita el Bellotero, sin que su voz logre prestar al pobre penco los vigores que necesita.
-Pos verá osté, pairino: este puri, al que ya no le quea más que un raigón y dos dientes delanteros, tiée una gachí... -¡Un penco!
-Güeno, lo que osté quiera..., un penco...,
la Taponera..., una jembra que entoavía trota y galopa y se canta unas
siguirillas que quitan toas las tapaeras der sentío..., porque eso no me
lo negará osté, ¿verdá?
«¿Cuándo lograremos deshacernos de este mal penco,
que apenas se aguanta en sus roídos cascos, de pelo descolorido, que
sólo sale de su inconmensurable pereza y de su letargo para hacer
locuras y cuyo pellejo apenas es bueno para una criba?
Guarde
usté esos ochavos, que se los regalo yo para er primer jatillo a mi
nuera, y dentro de un rato les traerán a ustés er mantón y las arracás y
jasta er penco, que to eso he sio yo
quien lo he mercao; que to eso no ha sío más que una probaúra que he
jecho yo con ustés y que me ha salío que ni bordá, pero que ni bordá,
caballero.
Allí, casi en el arroyo, estaba lo más
selecto de la Cruz Verde: el tío Campanita, el más ilustre y famoso de
los decanos de la gitanería del siglo que tan mal empieza; Pepe el
Charavasca, Currito el Cantinero, Perico el No me olvies, y veinte más,
todos hombres a los que por envidia que les tienen -según ellos afirman-
no dejan nunca reposar tranquilos en sus humildes lares los de la
Benemérita ni los de la Secreta, en cuanto en la capital o sus
alrededores por arte de encantamiento se «volatiza» un penco o desaparece un pollino.
De
éstos debe componerse la principal fuerza de Osorio que al instante se
nos reunirá; mientras él, llamado por la insurrección del fuerte Penco,
vea desmembrarse sus tropas y quede imposibilitado de atender al Sur,
al Norte y al Centro, donde ha realizado sus mayores crueldades y donde
ya experimentó una conjuración frustrada por la demasiada confianza.
Seguiremos
priorizando la construcción de by-pass para sacar el tránsito de
camiones de las ciudades. Lo haremos en San Pedro de la Paz, en Penco, entre otros lugares.
Contestó Talavera exponiendo que el soldado no era de Penco;
que era de los reclutas de aquí; que en si no llevaba señal aguna de
ser contrario a la Patria, y que cuanto se había practicado con él, era
todo obra de una hospitalidad dictada por la razón y la humanidad y
encargada por la religión; que tampoco de ello había dado aviso, porque
no encontró en si principio alguno para comprenderle esta obligación,
principalmente habiendo sido espectador del hecho don Pedro Quiroga,
Capitán del Regimiento del Rey, a quién parece correspondía la
diligencia.
Para hacer respetar el Congreso pusieron en la plazuela del Consulado (lugar señalado para aquel fin) 70 soldados de Penco
con las centinelas necesarias, todos ellos al mando de los jefes u
oficiales Don Miguel Benavente, Don Juan de Dios Vial y del Teniente Don
Bernardo Vélez.